El mal hermano

Marisol Ayala

Hace meses una lectora me habló de ella, de una mujer de 41 años, viuda de quien al morir en 2012 tenía 44 y madre de dos hijas.  Acostumbrada a escuchar historias, a esa le puse poca atención; la miré por encima y la guardé. “El típico pleito familiar”, pensé. El relato era tan frío que tal vez fue esa frialdad exenta de sentimientos lo que me desmotivó. “Dame un contacto. La llamo”, le pedí. Quería escuchar la voz de su amiga pero las semanas pasaron y cuando la tenía casi olvidada recibí un WhatsApp cuya voz me llamó la atención. Era la de una mujer que contaba su situación entre voz y texto. Su objetivo era hacer público lo que le ha tocado vivir, el dolor de haberlo perdido todo por culpa de un hermano hábil para la estafa. Siempre que tropiezo con casos en los que sospecho que hay más dolor que verdad pido documentos que avalen la denuncia. Los que ella tenía no eran lo suficientemente expeditivos para contar el caso en toda su crudeza. “Te vas a complicar la vida más de lo que ya la tienes, hazme caso”, le aconsejé.  “Otra cosa es que cuentes sin nombres la cabronada que te han hecho”. Eso hicimos. Lean y juzguen.

Con unos 30 años su marido fundó una empresa en la que trabajaba ella y que llegó a contar con una plantilla de 10 personas. Todo les sonreía; la empresa iba como un tiro hasta que un día regresó de sus correrías un hermano de la mujer que les mendigó trabajo. Él no estaba muy convencido pero su ella lo animó “es mi hermano, dale una oportunidad”. Maldita la hora. Con el tiempo el hombre dejó a un lado su imagen de persona cumplidora y sacó la del estafador que escondía. Los clientes amigos la advirtieron en varias ocasiones con un “cuidado con tu hermano” y ella se lo dijo a su marido pero él no quiso creerlo. Al poco tiempo una enfermedad fulminante acabó con la vida de su marido y en el caos de dolor la sabandija falsificó documentación, manipuló clientes y dejó a su hermana en la calle, llena de deudas, embargada y a sus sobrinas sin futuro. La justicia reconoció parte de la denuncia con la que intentó recuperar lo que le pertenecía, pero no fue suficiente.

Como tantas veces, los primeros que la dieron la espalda fueron las ratas que tenía por amigos.

Esta entrada fue publicada en Volando bajito. Guarda el enlace permanente.

4 respuestas a El mal hermano

  1. María Teresa Rodríguez Pérez dijo:

    Pobre mujer, el sentimiento de impotencia tiene que ser tremendo…

    Me gusta

  2. carmina hernandez chacon dijo:

    me cuesta aun creer que hay gente mala con 64 años que tengo…pero la hay

    Me gusta

  3. Ana Rosa Cruz Medina dijo:

    Las ratas que tenía como amigos!!! Los verdaderos amigos son los que haces ya estando en la Adversidad. Igual que la verdadera familia. Uffff tengo experiencia sobre eso. Deseo que se haya repuesto. Muchos ánimos.

    Me gusta

Comentario